Després de la celebració i la xerinola que l’acompanya, que millor que un relat intimista per combatre l’arribada del fred amb sofà i manta? Aquí us deixo amb aquesta preciosa reflexió existencialista de Toni en el que es ja el seu segon cameo en aquest blog i no serà pas el darrer
Estoy tumbado en la cama, después de un día de nieve que me deja un sabor extraño (quizás sea el gusto de la nieve que tan poco he probado), parando el tiempo para analizar tranquilamente el devenir de la vida. El lugar es idílico para hacer este menester, necesario para asumir los cambios y hacer balance de la situación actual.
Me encuentro viviendo en una casa aislada en un valle que serpentea entre dos serranías de tonos marrones y grises a unos ocho kilómetros de Cuenca (ciudad colgadamente bella en su antigüedad y caótica en su contemporaneidad). El cielo es transparente de día para poder conocer todas las dulces formas de las nubes de algodón o de las amargas tormentas; y de noche se convierte en un lugar donde poder infiltrar a la luna en tu casa y llevarla como amante a tu cama. Cerca de la casa hay un pequeño río que fluye bordeado de árboles que esperan a la primavera para sacarse el traje de luto, que actualmente maquillan los copos de nieve… esos extraños seres con el alma congelada que han aparecido de una nada formada de nubes grisáceas que olían a tormenta.
Es en este paraje donde estoy viviendo nuevas experiencias con gente que ya no es tan desconocida. Son personas que comparten ahora mi camino pero que desaparecerán un día u otro, como lo hace el transcurso de la vida.
Y aunque la situación actual nunca se haya dado a conocer en mi pasado, a mi mente vienen recuerdos de otros lugares que ya no existen, pero que se vuelven paralelos al actual gracias a las buenas sensaciones que me producen… una casa perdida en un bosque de eternos verdes, una noche donde poder ver las arrugas a las estrellas, un lago donde poder leer e inventar nuevos cuentos prohibidos, una montaña donde las runas ibéricas son traducidas por palabras de luz que todavía ondean en el viento, una cala blanca tapada por la capa de una paz sellada con besos con sabor a mar…
Hoy, después de toda una infancia y todos esos recuerdos, los copos de nieve han volado apaciguadamente hacia mis manos para sentir el frío cálido de sus entrañas, como si la nieve me hubiera estado esperando y quisiera hacerme disfrutar lentamente de un nuevo placer que nunca me habían explicado. Pero ella, como todo lo que forma nuestra condición humana, desaparecerá con los traidores rayos del sol en una muerte cálida, fundiéndose y convirtiéndose en agua, el inicio y el final de todo lo que somos.
Y sí… Sé que se irá, que dejará de tocar mi piel para irse a otro sitio, para cruzarse en otro camino y hacer gozar y disfrutar a otros, pero eso nunca quitará ni el buen recuerdo ni las vivencias compartidas. Y aunque parezca irremplazable (quizás lo sea), se volverá a presentar con otros copos, con otra fuerza, con otra experiencia para grabar en el libro de la vida, volviendo así a sentir nuevas sensaciones o quizás las mismas pero con otras formas o palabras… y volveré ha aceptar que se vaya… ya que el no hacerlo sería ir en contra de la voluntad de la naturaleza, provocando únicamente malestar tanto en mí como en la nieve… es lo único que se consigue al no aceptar algo tan natural como la muerte.
Y con esta última afirmación no estoy sugiriendo únicamente una muerte física… ¿quién no ha enterrado personas en vida?… personas con las que se pierde una amistad, un amor, una conexión, un hecho en común, un sentimiento indefinible… por errores, por confusiones, por desencuentros, por sentimientos que no se pueden tener… personas que de repente desaparecen de tu camino y ya no están.
Al fin y al cabo, los humanos sólo somos el espejismo de lo vivo, a pesar de querer siempre inmortalizarnos en un planeta que cada día vamos consumiendo en el odio y la destrucción. Todo está condenado a desaparecer…Y sólo asumiendo esa verdad inamovible podremos ser totalmente felices, libres e iguales…
* by Toni, ex-arqueòleg*
Fotografia: “The first snow” d’Ilona Wellmann